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ECUMENICOS
ECUMENICOS
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El Consejo Mundial de las Iglesias se entiende a sí mismo como una asociación fraternal de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y se esfuerzan por responder juntas a su común vocación para la gloria del solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los estatutos están redactados de tal manera que ninguna iglesia tiene que renunciar a su doctrina de ser la verdadera iglesia para pertenecer al CMI. Miembros. Del CMI forman parte como miembros, no los cristianos individuales, sino las iglesias en cuanto tales.
Para ser admitido como miembro del CMI hace falta la aceptación de la «Base» y la aprobación de la Asamblea por mayoría de dos terceras partes. Las iglesias deben poder demostrar la "autonomía permanente de su vida y de su organización" y mantener "relaciones ecuménicas constructivas" con otras iglesias de su país. De ordinario, las iglesias miembros tienen como mínimo 25.000 fieles (las iglesias con un mínimo de 10.000 fieles pueden ser iglesias miembros asociadas, con posibilidad de participar en todas las actividades del CMI pero sin derecho a voto en la Asamblea).
Fines y funciones.
Invitar a las iglesias al objetivo de la unidad visible, progresando hacia él para que el mundo crea.
Facilitar el testimonio común de las iglesias.
Desarrollar el estudio en común. Favorecer el progreso de la conciencia ecuménica y misionera entre los fieles de todas las iglesias.
Ayudar a las iglesias en su tarea mundial de misión y evangelización.
Establecer y mantener relaciones con organizaciones ecuménicas.
Convocar sobre asuntos particulares cuando las circunstancias lo exijan.
Poderes y autoridad.
No tiene autoridad eclesiástica.
La autoridad la conservan, para sus comunidades, las iglesias miembros.
La Declaración de Toronto reconoce al CMI una cierta autoridad moral.
Organización.
La autoridad suprema es la Asamblea general que se reúne cada siete años.
La Asamblea tiene un Consejo de Presidencia con seis miembros. La misión de llevar a la práctica las decisiones de la Asamblea se encomienda al Comité central, del que forman parte los miembros del Consejo de Presidencia y otros 120 miembros elegidos por la Asamblea.
En dependencia directa de la Asamblea funcionan unas Comisiones con estatuto propio. Bajo la dirección del secretario general del CMI, en Ginebra, está constituida la sede permanente del CMI que, junto a otros Comités y Secretariados, la Biblioteca especializada y los Archivos, sirve para canalizar el trabajo de las cuatro Divisiones del CMI: (a) División de Estudios; (b) División de Formación ecuménica; (c) División de Ayuda y servicio entre las iglesias; (d) División para las Misiones y la evangelización.
Actividades.
La actividad fundamental del CMI desemboca en sus grandes Asambleas plenarias. [Ib., pp. 51-56]
I Asamblea: Amsterdam (1948).
Tema general: Desorden del hombre y designio de Dios. Puso de manifiesto las grandes diferencias de fe y doctrina agrupadas en una eclesiología de tipo "protestante" y otra de tipo "católica". Numérica e intelectualmente el signo de la Asamblea fue, sin duda, «protestante».
II Asamblea: Evanston, USA (1954).
Tema general: Cristo, esperanza del mundo. Dos corrientes: acentuación de las esperanzas humanas en el progreso continuo (americana), e hincapié en el carácter ecatológico del Reino de Dios (europea). Las iglesias ortodoxas, en desacuerdo con la concepción de la unidad reflejada en el «rapport» final, formularon una «declaración de principios» separada.
III Asamblea: Nueva Delhi (1961).
Tema general: Cristo, luz del mundo. La visión protestante de la unidad se ha tornado hacia el pasado. Por esta razón se ha vuelto más adulta cara a los verdaderos problemas, como son la naturaleza de la sucesión apostólica, el episcopado, la validez y plenitud de los ministerios. El giro se debe, en buena parte, a la presencia de los teólogos rusos.El rapport serviría para los diálogos entre católicos y teólogos del CMI y sería tenida muy en cuenta en el Vaticano II.
IV Asamblea: Upsala (1968).
Tema general: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Los dos aspectos más sobresalientes fueron: de una parte el tête-à-tête entre el CMI y la Iglesia Católica provocado por el Concilio Vaticano II, y de otra, la presencia obsesiva en las discusiones de las llamadas teologías «de la muerte de Dios», «de la secularización», «de la revolución», etc., con el riesgo evidente de una visión «horizontalista» del cristianismo.
V Asamblea: Nairobi (1975).
Tema general: Cristo libera y une. La opción de Upsala (la unidad de la Iglesia sólo puede encontrarse si se busca en la unidad de todos los hombres) ha condicionado fuertemente la evolución del CMI en los años siguientes, con una progresiva influencia en muchos de sus planteamientos prácticos de las más extremistas entre las llamadas «teologías de la liberación». Verticalismo y horizontalismo.
VI Asamblea: Vancouver 1983:
En Vancouver nos reunimos compartiendo la fe de que Jesucristo es la vida del mundo. Afirmamos la derrota de la muerte que refleja tu gran victoria, hecha realidad ante todas las naciones.
VII Asamblea: Camberra: 1991
VIII Asamblea Harare, Zimbabwe, 3-14 de diciembre de 1998.: "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza" Naturaleza teológica. [Ib., pp. 56-58] Ponerla en claro es casi imposible sin tomar una cierta postura acerca de la naturaleza de la Iglesia y de su unidad.
A evitar esto tendía la célebre Declaración de Toronto (1950): Explica, ante todo, lo que no es la CMI: no es ni será nunca una «super–Iglesia»; no es la «Una, Santa» que confiesan los símbolos de fe; tampoco puede fundarse sobre una determinada concepción de la unidad de la Iglesia.
La Declaración señala después los presupuestos positivos del CMI, entre otros: pertenecer al CMI no implica que una iglesia reconozca a las otras como iglesias «en el verdadero y pleno sentido de la palabra», pero exige reconocer que en las otras «hay elementos —vestigia Ecclesiae— de la verdadera Iglesia».
Toronto es un loable intento de excluir cualquier concepción teológica previa acerca de la unidad de la Iglesia y, en concreto, la concepción «federalista» de esa unidad, que siempre ha estado gravitando sobre las instituciones de diálogo ecuménico de las que el CMI es la síntesis y respecto de la cual la Iglesia Católica —y, dentro del CMI, las Iglesias Orientales— se ha enfrentado desde los orígenes del Movimiento ecuménico. La dinámica del CMI tiende a autointerpretar su naturaleza en clave protestante: "muchos cristianos de tradición protestante ven en el CMI una expresión de la comunión universal que no les es dada en el mismo grado dentro de su propia herencia teológica, espiritual y eclesial. Para los cristianos de tradición católica, en cambio, lo que cuenta en última instancia no es el CMI, pues éste no modifica la sustancia de una unidad ya dada, aunque esté muy imperfectamente vivida".
El CMI como finalidad, o como instrumento.
Oposición protestante. [Ib., pp. 59-60]
La búsqueda de la unidad visible de la Iglesia encontró desde el principio una oposición permanente en ciertos medios del protestantismo, que veían muy peligrosa la nueva actitud desde el punto de vista de las esencias de la Reforma protestante.
Ese ambiente difuso ha tomado un cierto cuerpo organizado en el llamado Consejo Internacional de Iglesias Cristianas.
Constituido en Amsterdam (agosto de 1948), el International Council of Christian Churches considera su razón de ser denunciar y oponerse por todos los medios a los errores y desviaciones del Consejo Mundial de las Iglesias, calificado de tendencias comunistas, modernistas, pacifistas y romano–católicas.
Pertenecen al Concilio unos 55 grupos y pequeñas iglesias evangélicas, creyentes en la Biblia, que siguen en general las corrientes protestantes del fundamentalismo, aunque hay también baptistas, congregacionalistas y metodistas.
Proceden de 23 países, en su mayor parte anglosajones.
Doctrinalmente, el Consejo se sitúa en los antípodas del movimiento ecuménico.
Entre los puntos de la declaración Base se encuentra «la perfecta y espiritual unidad de todos los hijos de Dios». Esto significa negar que existe un problema de unidad de los cristianos, puesto que la unidad de la Iglesia es invisible.
El Consejo Internacional representa el ala radicalmente conservadora e inmovilista del protestantismo actual, tiene un cierto carácter "fundamentalista" (SE, ) obsesionada por el temor de que el movimiento ecuménico «trabaje» a favor de la Iglesia Católica Romana.
Relaciones entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial. [Ib., pp. 70-75]
Primera etapa.
Abarca desde la creación del CMI (1948) hasta la convocatoria del Concilio Vaticano II (1960).
Se caracteriza por una actitud de expectativa y prudente reserva de la Iglesia Católica, motivada por los equívocos que, en torno a la naturaleza del Consejo Mundial y del ecumenismo en general, podía observarse en los medios protestantes.
La Santa Sede no envió observadores a Amsterdam ni a Evanston. Desde el punto de vista disciplinar, la conducta de los católicos estaba regulada por la instrucción del Santo Oficio Ecclesia Catholica.
Segunda etapa.
De 1960 a 1968 (Upsala). Se caracteriza por una creciente relación entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial.
Manifestaciones: cinco observadores católicos en Nueva Delhi (1961) y otros cinco en Montreal (1963); en Upsala: 15 observadores, varios invitados especiales y cerca de 150 teólogos católicos enviados por universidades y revistas especializadas. Por parte del CMI se enviaron observadores al Concilio Vaticano II y a otras Asambleas católicas.
No obstante, lo más importante de esta etapa es la relación orgánica establecida entre el Consejo Mundial y la Santa Sede, desde la creación, en 1965, del llamado «Grupo mixto de trabajo de la Iglesia Católica y el Consejo Mundial».
Etapa actual.
Arranca de la cuestión del posible ingreso oficial de la Iglesia Católica en el Consejo Mundial planteada en Upsala. Según los expertos del mismo, la entrada de la Iglesia Católica en el Consejo Mundial plantearía enormes problemas estructurales a este organismo —por la cohesión doctrinal y la importancia numérica de la Iglesia Católica—, que podrían entorpecer su servicio al diálogo ecuménico.
La ausencia de la Iglesia Católica, por el contrario, puede provocar insensiblemente la existencia de dos «ecumenismos»: católico y no–católico. La mayoría de los teólogos católicos y no católicos estiman no haber obstáculo teológico de fondo para la entrada de la Iglesia Católica en el Consejo Mundial.
Diez años después la situación no ha cambiado. En 1977 el Secretariado para la unidad de los cristianos (ahora Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos) declaraba: «La cuestión de una eventual participación de la Iglesia Católica en el Consejo Mundial de las Iglesias en calidad de miembro ha sido estudiada hace algunos años, en una fase inicial, sin que se haya llegado a una solución afirmativa, no sólo a causa de diferencias estructurales y de funcionamiento, sino también en base a problemas de orden pastoral».
Con todo, la realidad existencial y práctica del CMI ha experimentado una evolución que puede perjudicar muy seriamente la relación con la Iglesia Católica. Por una parte, algunos organismos del CMI se comprometieron en el apoyo moral y financiero de diversos movimientos marxistas «de liberación».
Por otra, las posiciones en torno a la ordenación de mujeres levantan un muro difícilmente superable en relación con la Iglesia Católica y con las Iglesias orientales. Lo que dicen ellos: La iglesia cristiana más grande del mundo, la Iglesia Católica Romana, no es miembro del CMI, pero trabaja en estrecha cooperación con el Consejo desde hace más de treinta años y envía representantes a las principales conferencias del CMI, así como a las reuniones de su Comité Central y a sus asambleas.
El Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos nombra 12 representantes para la Comisión de Fe y Constitución del CMI, y colabora todos los años en la preparación de los materiales de estudio que utilizarán las congregaciones y parroquias durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
La doctrina y las directrices del Concilio Vaticano II, en especial de la Constitución "Lumen gentium", el Decreto "Unitatis Redintegratio" Juan Pablo II: encíclica Ut unum sint y la Carta Apostólica Orientale Lumen ambos del 25-V-1995 Desde el punto de vista institucional es significativa la creación por Juan XXIII (el 5 de junio de 1960) del Secretariado para la Unidad de los Cristianos, que tiene como precedente la Comisión Pontificia creada en 1895 por León XIII. Creado con ocasión del Concilio, se orientó inmediatamente en dos direcciones: trabajos teológicos y contactos personales. También la Jornada de Oración de Asís y otras similares que ha habido.
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